Oveja Negra

MOVIMIENTOS POPULARES: ORGANIZACIÓN SOCIAL + PROGRAMA POLÍTICO


10 de octubre de 2020

Oveja Negra

* Por Mariano Pacheco 

Cuando desde las empresas periodísticas y los sectores conservadores de la “clase política” dicen “los movimientos sociales” pretenden hacer referencia a experiencias que promueven la defensa de intereses particulares (de un sector específico, en una zona particular del país) sin alterar el orden universal de la democracia liberal. Es decir, grupos de la población que se limitan a plantear una serie de demandas para que el Estado las recepcione, las tenga en cuenta, y –en el mejor de los casos— las resuelva.

En ese sentido, el término “Movimientos Populares” se presenta como más amplio, más profundo: de algún modo, los movimientos populares son organizaciones sociales, pero con un plus: intentan articular transversalmente distintas demandas en un sentido nacional y no sólo local, a la vez que construyen un programa político, para que los grandes temas de la Argentina no se resuelvan ni se lleven adelante sin tener en cuenta su voz, la de los últimos de la fila, esa parcialidad que pretende ser totalidad.

Resumiendo, entonces, podríamos decir que los movimientos populares son organización social + programa político.

Si este no es el pueblo, el pueblo, ¿dónde está?

En términos estructurales, pueblo serían todos aquellos sectores que, “objetivamente”, podrían enfrentarse al gran capital: trabajadorxs asalariados y de la Economía Popular, en primer lugar, pero también capas de estudiantes y profesionales, pequeños propietarios y comerciantes, pequeños y medianos productores (urbanos y rurales). Dice Fidel Castro en su célebre discurso conocido como “La historia me absolverá” (1953) que:

“…Entendemos por pueblo, cuando hablamos de lucha, la gran masa irredenta, la que anhela una patria mejor, más digna y más justa; la que ansía grandes y sabias transformaciones en todos los órdenes...”.

Como puede verse, desde esta concepción, la relación pueblo/lucha es estrecha. Decimos entonces que el pueblo no es algo dado, sino un sujeto que se construye con la lucha. Por lo tanto, afirmamos, lo que está es “la gente”, y el pueblo es “lo que falta”.

Asimismo, asumimos que, si bien el pueblo es una construcción (en términos políticos/culturales), no podemos reducirla a una mera “articulación discursiva” (como sostienen las corrientes populistas). “Subjetivamente”, integran el pueblo todas las fracciones de esos sectores descriptos anteriormente que, partiendo de una determinada posición estructural, se asumen como parte constitutiva del proceso de lucha por la trasformación social (la emancipación), incluyendo en esta franja a los burgueses que “traicionan” a su clase.

El pueblo en movimiento

A diferencia de las estructuras tradicionales (fundamentalmente Partidos y Sindicatos), caracterizadas por cierta rigidez y formalismos, la instancia movimiento permitió históricamente que las personas puedan entrar y salir de experiencias a las que cuesta encorsetarlas, reducirlas a definiciones estrictas. El ejemplo más emblemático en nuestro país es el peronismo. En tanto partido electoral, puede ser identificado por la lista de sus candidatos y el nombre que lleva en la boleta (igualmente variable: el Partido Justicialista, en algunas ocasiones, pero las más de las veces ha intervenido como Frente, “De Todos” más recientemente, “Justicialista de Liberación” en 1973, o incluso durante el kirchnerismo, el Frente para la Victoria, llegando a la paradoja de que por momentos incluso el sello PJ no fuera el oficial). Algo similar sucede a nivel social: se dice “movimiento obrero” para referirse a un conjunto de corrientes gremiales, sindicatos, federaciones, etc. Es que, para ser parte de un movimiento, social o político, no se requiere carnet, ni afiliaciones, ni nadie que diga que uno es o no parte de esa experiencia.

Más recientemente, al ritmo de las luchas protagonizadas por mujeres y cuerpos feminizados, el movimiento adquirió –o recuperó de cierta contracorriente subterránea de la filosofía— otra significación, al referirse al nombre que aquello que expresa una potencia (de ser, es decir, de sentir, de pensar y de actuar), de cada persona, de cada colectivo humano. Poniendo en serie estas luchas contemporáneas de los feminismos con esa contracorriente de la filosofía occidental (Spinoza, Nietzsche, Marx, fundamentalmente), la investigadora argentina Verónica Gago afirmó que el grito #NiUnaMenos permite gestar un pensar situado en una “secuencia de luchas, de fiestas callejeras, de tembladerales experienciales y de resonancias”. Ese método de trabajo y escritura parte de la premisa de que el deseo tiene un potencial cognitivo. “Cuando decimos #NosMueveElDeseo entiendo que ese movimiento es intelecto colectivo y expresión multitudinaria de una investigación en marcha, con sus momentos de agitación y de repliegue, con sus ritmos e intensidades”, remata Gago en su libro “La potencia feminista” (publicado en 2019 por la editorial argentina Tinta limón).

 

Contra el pobrerismo y el miserabilismo

Decimos entonces que los Movimientos Populares organizan sectores específicos de la población que padecen injusticias y desigualdades. Pero no es allí en donde nos interesa poner el foco ahora, sino en el proceso a partir del cual esas personas pretenden salir del estado de padecimiento en el que se encuentran, para ponerse de pie y reclamar, exigir, en fin, para romper el destino de víctimas al que se los pretende condenar, y transformar esas necesidades en derechos que, como todo derecho, es necesario conquistar y defender a través de la lucha.

El modo en que los Movimientos Populares suelen visibilizar esas situaciones de injusticia y opresión, por lo general, transita por carriles diferentes a los de la política tradicional (la mayoría de las veces, a través de la acción directa, que varía en sus métodos según las épocas: cortes de ruta o de calle; ollas populares; ocupación de edificios públicos; volanteadas o radios abiertas; grandes movilizaciones de masas; pequeños actos relámpago de los activismos; etcétera). Eso, decía, por un lado. Por otro lado, los Movimientos Populares plantean que, más allá de cada sector específico pelee por sus reivindicaciones, para avanzar en un proceso de justicia social, de soberanía nacional y de fraternidad entre las personas y los pueblos de distintas nacionalidades, es necesario avanzar en cambios sociales profundos. Y para eso, hace falta intervenir políticamente, asumir que el gran protagonista de los cambios es el pueblo organizado, y que las experiencias organizativas a partir de las cuales el pueblo lucha, y resuelve por su cuenta muchas cuestiones de la vida cotidiana, implican una perspectiva política, y no una mera demanda social al Estado. De allí que definamos a los Movimientos Populares como organizaciones sociales que, a la vez que pelean por cuestiones específicas (locales, sectoriales), suman su voz política a la esfera pública, indicando –subrayamos— hacia dónde entienden que deben ser dirigidos los destinos del país.

 

*Instituto Generosa Frattasi. Políticas Públicas para la Inclusión Social: https://institutofrattasi.com.ar

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