Oveja Negra

No puede ser viable un proyecto de país trazado a nuestras espaldas


09 de octubre de 2018

Oveja Negra

Editorial semanal, lunes 8 de octubre de 2018.

M.A.F.I.A
M.A.F.I.A

*Por Colectivo Oveja Negra

Dimos un paso histórico con nuestro presupuesto, que incorpora por primera vez la perspectiva de género, comprometiendo la inversión del Estado en políticas vinculadas al empoderamiento de las mujeres para el 2019

La frase fue tan textualmente confusa, que pasaron tres incómodos segundos de silencio antes de que el auditorio del W20, colmado de mujeres que circundaban al Presidente, asumiera el deber de aplauso que marcaba el timing de un discurso plasmado de incoherencias.

Porque en tiempos de ajuste, el doble recorte presupuestario que se realiza en las áreas destinadas, por ejemplo, a prevenir, erradicar y paliar las consecuencias de la violencia de género, resulta una problemática difícil de esconder bajo una alfombra de falsas esperanzas y augurios espirituales.

En algunas de las previsiones para el año 2019, el recorte fue literal y nominal, como por ejemplo, en el Programa Nacional de Acción contra la Violencia hacia las Mujeres. Independientemente de que en todas las estimaciones presupuestarias realizadas, la pérdida en términos reales está dada por el fuerte proceso devaluatorio que afecta todo posible proyecto de gobernabilidad y ciudadanía de cara al futuro cercano que nos espera.

En el programa Hacemos Futuro Juntas, el tijeretazo también fue doble: no solamente se prevé un 24% menos de presupuesto en términos nominales, sino que también se estima una disminución total del valor real de ese dinero indispensable para hacerlo funcionar, del 44%. No está de más recordar que, al margen de la pauperización económica de este programa que se presentó como un reemplazo del Ellas Hacen aggiornado a los tiempos del ajuste, también se lo desproveyó de las herramientas que hacían algo más que garantizar un sustento mínimo a sus beneficiarias, como los talleres de alfabetización y los espacios de contención y empoderamiento destinados a romper los círculos de violencia machista, que terminan traduciéndose en la dependencia económica de estas mujeres.

Se asignan presupuestos en moneda local para programas cuyos insumos dependen también del precio fijado en dólares tanto para herramientas técnicas de mejora y ampliación de esos programas, como del precio del combustible, los servicios esenciales que son necesarios para que las instituciones destinadas para su funcionamiento, y, por supuesto, de los salarios del personal de trabajo, primera variable de ajuste a la hora de sostener en marcha el cartel luminoso que anuncia las puertas abiertas de esas instituciones en donde escasean las políticas públicas.

Aún si fuera excusable la falta de conocimiento del Presidente sobre los detalles de su propio proyecto presupuestario, el discurso, no sólo puntualmente éste cuyo extracto más desconcertante citamos al inicio de la editorial, sino la alocución cotidiana en la que expresa el balance de estos tres años de caótica república, da cuenta de la enorme enajenación de una realidad en la que las mujeres, identidades feminizadas o disidencias, son las principales afectadas. Porque mientras Macri asegura que su equipo está “trabajando para facilitar la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo”, pareciera no ser consciente de que la tasa de actividad de este sector social, disminuyó según las mediciones del propio INDEC. Así, actualmente, el aumento de nuestro desempleo, superó ya las dos cifras, constituyendo el índice más alto de los últimos 12 años.

También nombró, al pasar, una solución intencional para la famosa brecha salarial de género, volviendo a demostrar que no está siquiera interiorizado en lo que la misma consiste: Macri y su equipo de gobierno siguen haciendo eco del lema “igual salario por igual trabajo”, cuando la diferencia subyace, tanto en la Argentina como en todos los países con un piso de igualdad legal garantizado a través de las conquistas de los movimientos en lucha, en la obstaculización de acceso a puestos jerárquicos, la imposibilidad de acumular horas extras de explotación por la enorme carga horaria que implica la famosa “doble jornada” (que suma al trabajo formal las tareas de cuidado que casi exclusivamente realizan las mujeres de cada hogar), y el ingreso a puestos de trabajo registrados que resulta del filtro patronal en la preferencia de contratar personal que no esté “necesariamente atado a una licencia de maternidad”, que aún no tiene su reflejo normativo en un período idéntico para nuestros pares varones.

En este contexto fantasioso en el que se mueven las declaraciones presidenciales, parecería un exabrupto pedirle además que se comprometa con la plena aplicación del cupo laboral trans, siquiera en la provincia de Buenos Aires, gobernada por María Eugenia Vidal, donde fue aprobada por unanimidad en diciembre del año 2015. Sabiendo que si, alguien llegase a preguntárselo, se arrogaría también la conquista de su sanción, así como se adueñó descaradamente de la aprobación de la ley Brisa, que establece una reparación económica para las hijas e hijos de las víctimas de femicidios, y cuya génesis dista mucho de la profundidad analítica de su despacho, y de su capacidad para pensar en respuestas colectivas a estos profundos crímenes sociales.

También llevó para su patrimonio político la promoción del debate por la ley de interrupción voluntaria del embarazo (pese a que la llamó “interrupción legal”, confundiéndola así con una práctica de cuya garantía se encargó de protocolarizar el gobierno anterior), y evitando obviamente mencionar que tanto él como las figuras más destacadas del arco político de la alianza Cambiemos, salvo excepciones, se pronunciaron y votaron en contra de este proyecto.

No quedan dudas de que la perspectiva de género en boca de Macri, cuya mención motivó todas estas reflexiones, no es más que una fórmula lingüística destinada a encender la pantalla que da pie a los aplausos forzados de sus propias cómplices del ajuste. Esas que se juntaron en alabanzas a las grandes corporaciones financieras, para dejar fuera de sus puertas a las personas sobre las cuales pesa más fuerte el modelo de país para pocos que vienen construyendo. Esas mujeres de bien, de buenos atuendos y buen comer, que se congregan para aplaudir al macho ajustador, y cerrarles las puertas a las empobrecidas, a las marginadas, a las que denuncian sin que se las escuche y trabajan el doble sin que se les pague. Esas Señoras a las que sería demasiado pedirles un trozo de sororidad con la primera presa política del gobierno de Macri, la mujer de los 20.000 puestos de trabajo cooperativo y las 10.000 viviendas populares, por cuya libertad nos congregaremos nuevamente a exigir este jueves, mientras se cumplen 1.000 días de su encierro ilegítimo.

Las conquistas de las que se adueña no son más que un intento de privatizar las largas luchas que el movimiento feminista viene impulsando en el país y en la región, para tratar de esconder o maquillar la fachada de un proyecto político que siempre recorta, excluye y margina por la parte más débil, esa que, pese a la igualdad formal constitucionalmente pregonada, siempre necesita una vuelta de tuerca política para poder ejercer sus derechos.

Pero la agenda de las compañeras sigue adelante, marcando el paso de las conquistas que nos faltan y de las tareas más inmediatas que tenemos que abordar, y hace su propia cumbre anual, que en esta ocasión nos reunirá en Trelew, en el 33° ENM, a la expectativa de pasar el fin de semana largo sentando las bases para construir un feminismo popular que pueda seguir dándole batalla a este gobierno, al que le hicimos el primer paro de su mandato aún vigente. Nosotras, las mujeres, las lesbianas y les trans, las que levantamos la bandera de Milagro Sala y exigimos que nunca más se piense que puede ser viable un proyecto de país trazado a nuestras espaldas.

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