Oveja Negra

De Grietas y Zonceras


21 de agosto de 2022

Oveja Negra

Una perspectiva desde nuestra historia nativa acerca de "la verdadera grieta de la historia argentina moderna: un modelo estatal-económico concentrado para la exportación y colonial; o, un modelo estatal industrial-distribucionista e independiente."

Por David Acuña

“Las crisis argentinas son primero ontológicas,

después éticas, políticas, epistemológicas,

y recién por último, económicas”.

Fermín Chávez

La grieta real

El Estado Nacional que surge de las guerras civiles del siglo XIX fue construido bajo premisas conservadoras y represivas a reflejo de la oligarquía agraria y sus intereses de clase. Esta oligarquía, detentadora del aparato estatal y dueña de las tierras productivas, conformará una alianza con el capital británico a fin de ser proveedora de carnes y cereales para el mercado mundial. De tal manera, al orden político conservador le corresponderá un modelo agroexportador.

Es recién con el Estado Justicialista que las instituciones comenzarán a dar respuestas a las exigencias de las mayorías populares y la economía planificada desde el gobierno colocará a la industria como piedra angular de la soberanía nacional. Al Estado popular, con derechos para las mayorías le corresponderá un modelo industrialista y de distribución de la riqueza con autonomía del capital extranjero.

Sintéticamente, ésta es la verdadera grieta de la historia argentina moderna: un modelo estatal-económico concentrado para la exportación y colonial; o, un modelo estatal industrial-distribucionista e independiente.

Las zonceras del gorilismo bicéfalo

Sarmiento y Mitre fueron, posiblemente, los grandes artífices de zonceras en nuestra historia. Tanto en aquello de andar pensando que “lo que aqueja a la Argentina es su extensión”, como lo de aquello de que “el pueblo es vago para trabajar”. Durante generaciones, estas zonceras, se convirtieron en el lugar común de muchas de las pavadas que las clases políticas e ilustradas repiten hasta el hartazgo.

Zonceras parientas de éstas, son las que sostuvieron (y sostienen), que nuestro país es “el granero del mundo” o que “la inversión del capital extranjero es necesaria para crecer”. Tanto una como la otra, no son solo frases dichas al pasar, sino que tienen una connotación política-filosófica realmente profunda.

Por un lado, si convalidamos que la Argentina “es el granero del mundo”, cabe preguntarse entonces por qué hay tantos hambrientos y sin trabajo en una nación tan próspera. ¿No? La respuesta es evidente: el modelo agroexportador que moldeó los cimientos de nuestro entramado productivo y las relaciones sociales que el mismo estableció, sigue imperando en nuestro país. Ha mutado, no es el mismo de siempre, pues extranjerización mediante de la mayor parte de nuestra economía y la defección por parte del Estado a su rol planificador y de control, nuestro país no es un granero, sino, una factoría colonial exportadora de productos primarios. Y lo que se dice para la cuestión agropecuaria también es válida para los hidrocarburos, el litio, gas, pesca, etc.

Por otro lado, si convalidamos que “la inversión del capital extranjero es necesaria para crecer”, cabe preguntarnos que cazzo estuvieron haciendo los últimos cien años la dirigencia agraria e industrial que no generaron el desarrollo enunciado ellos solitos, ¿no? Algún malicioso o libertario tal vez respondería que las cosas venían bien, pero apareció el peronismo con su agobiante Estado interventor. En ese caso, lo que salta a la vista es que en verdad se piensa, pero no se dice, que “veníamos bien con ser colonia, pero apareció el peronismo y se terminó la fiesta para pocos…”.

Estas zonceras y razonamientos simplones no son algo exclusivamente de la derecha gorila, también lo encontramos del lado de las almitas de cristal progresistas que sostienen “la Argentina produce alimentos para 400 millones de habitantes” (mientras el hambre persiste), “tenemos que exportar energía a un mundo que la reclama” (mientras hay hogares que aún no están integrados a la red de distribución de gas), o, “Estados Unidos (o China) puede ser el socio que nos ayude a crecer” … Lo cierto es que la Argentina no produce alimentos para tanta gente ni la energía que demanda el mundo, lo que estas frases denotan en verdad es que el entramado productivo argentino está abocado a la producción de commodities exportables y no existen una clase empresarial o una dirección política que priorice las necesidades de desarrollo interno. A fin de cuentas, la derecha librecambista y el progresismo desarrollista son ambas partes de un gorilismo bicéfalo que busca en el extranjero la solución a los problemas. Y en esa búsqueda, a la larga o a la corta, termina siendo el pueblo la variable de ajuste en una ecuación que lo concibe como convidado de piedra.

Para la primera experiencia justicialista (1945-1955) no hubiera habido tal extravío ideológico a la hora de pensar y planificar las prioridades del crecimiento material del país, se hubiera optado por empezar por casa sacándose de encima los condicionamientos externos.

A fin de cuentas.

Algo de peronismo aun persiste en ADN del Frente de Todos. Si así no fuera no se le estaría exigiendo que cumpla con las promesas que realizó en campaña a los trabajadores y sectores populares. A falta de efectividades conducentes sobran justificadores seriales, confetis sin mística y retóricas remanidas.

Si la militancia política que le da encarnadura al FDT no se despoja de sus zonceras gorilas y toma real partido parándose del lado de la grieta histórica de la que el peronismo supo estar, más temprano que tarde languidecerá sin lograr conmover al pueblo a una épica de liberación como lo supo hacer Néstor Kirchner en su momento. A fin de cuentas, Néstor fue exactamente eso: una épica gigante y liberadora que parecía no tener final.

 

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